viernes, 12 de agosto de 2016

¿Qué es un corrector ortotipográfico y de estilo? Y... ¿por qué necesitas uno?

          
       Un corrector de textos (si no estamos refiriéndonos a un programa informático...) es un profesional que trabaja en la sombra: si desempeña bien su tarea, debería pasar desapercibido. Si lo hace mal, o si se prescinde de sus servicios, más de uno echará en falta su labor.
        Un corrector es un experto del lenguaje cuyo trabajo consiste en detectar y corregir los errores de un texto escrito, como proceso previo a su publicación. La corrección comprende dos dimensiones del texto:

— la ortotipografía:
·         faltas de ortografía;
·         espacios;
·         uso de mayúsculas y minúsculas;
·         estilo de letra apropiado: redonda, cursiva, negrita, versalita…;
·         puntuación y acentuación;
·         abreviaturas;
·         párrafos y apartados;
·         uso de signos ortográficos: barras, comillas, signos monetarios o matemáticos;
·         etc.

— el estilo:
·         corrección gramatical;
·         imprecisiones o errores léxicos;
·         muletillas, repeticiones, redundancias, ambigüedades;
·         errores sintácticos;
·         etc.
       
        «¡Ah, pero yo escribo muy bien, sin faltas de ortografía!», dirán (y dicen) algunos escritores, contrariados con la idea de que alguien modifique impunemente su obra.
        «Ese trabajo ya lo realizamos nosotros, gracias», dirán (y dicen) algunos editores —especialmente los noveles—, ya sea por un simple desconocimiento de nuestro trabajo o por ahorrarse algunos eurillos…
        No obstante, tanto el autor como el editor tienen la responsabilidad de ofrecer al lector, que a fin de cuentas es quien paga, un producto de calidad. Ambos están vinculados con el libro publicado, y si el producto no gusta, no ya por su contenido (en eso ni pincha ni corta un corrector) sino por su mediocre calidad formal, el resultado puede ser nefasto tanto para el autor como para la editorial, y cabe la posibilidad de que las ventas de otros libros de dicho autor o de dicha editorial se vean perjudicadas.

        Os voy a contar dos casos reales. En una novela que leí hace meses, por afición, no por trabajo, ya en la primera página me encontré con estas perlas:
— «ajena a las ondas que se engendraba»;
— «el pubis carente de bello».
        Estos dos fallos pueden ser detectados por un lector medio, pero también había muchos otros que podrían pasar inicialmente desapercibidos y cuya corrección redundaría en una obra mucho más limpia y perfecta en cuanto a la forma. (Y no, no se trata de una novela erótica, por muy bellos que se presenten los pubis…)
        En otra novela que leí no mucho tiempo después, de otra editorial, me topé con otra serie de fallos:
— textos entrecomillados que deberían aparecer en cursiva;
— «señor Fulano»/«Señor Mengano», uso incoherente (y erróneo) de la mayúscula inicial;
— «dió», con ese pedazo de tilde, hala;
— «aquél hombre», más de lo mismo. Y un largo etcétera…

        A ti, ¿de qué se te quitan las ganas? ¿De leer más libros de esos autores? ¿De leer más libros de esas editoriales? A mí, de las dos cosas.
        La labor de un corrector es imprescindible, pues, si bien somos seres humanos y siempre se nos puede pasar por alto alguna errata o un error de cualquier tipo —de esos que te saltan a los ojos cuando llega a tus manos el libro publicado, y ya no hay nada que hacer salvo tirarse de los pelos—, lo que no resulta admisible es encontrarse, como lector, con un error tras otro.
        Ahora ya sabes qué es un corrector y por qué necesitas uno. En próximos artículos explicaré con mayor detalle cómo abordar la corrección ortotipográfica y de estilo de un texto, y cómo desempeño yo personalmente esta tarea silenciosa y solitaria, pero también rigurosa, precisa, minuciosa y apasionante.

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